Dos inspiraciones para tomar aire y dos espiraciones para expulsarlo. Así continuamente, acompasando cada paso de la carrera. Ese día no le apetecía mucho correr, pero se obligaba a hacerlo. No quería perder la costumbre. Sólo llevaba unos cinco minutos y su ritmo era lento. Sólo quería despejarse, evadirse de los problemas mundanos. Correr le hacía pensar en otras cosas: la respiración , el tiempo, las sensaciones, o simplemente nada.
Llegó a la zona en la que la ladera de la montaña daba paso a una urbanización de viviendas con piscina. Justo antes de la entrada, un muro delimitaba un parque en su interior con la carretera que subía por todo el valle. Una vez mas los doscientos metros de muro mostraban el mismo anuncio: las Predator 37. Desde que un par de semanas atrás se quedara mirando ese mismo modelo en un centro comercial, observándolo con un poco de detenimiento, el muro enseñaba un día tras otro las zapatillas en diversos colores. Pero no sólo era ese muro, había muchos más lugares donde le mostraban una y otra vez esas zapatillas, o alguno de los coches que le gustaban, e incluso servicios de compañía al acercarse el fin de semana. Cuando eso ocurría pensaba en la posibilidad de poder llegar a pagar la licencia que eliminaría la publicidad de sus ojos. Se lamentaba por no haber podido adquirir, tres años atrás, unos implantes libres de anuncios. En realidad no podía culparse por ello, era eso o no poder ver, o al menos ese era su consuelo. Aún así las cosas habían mejorado el último año. Con anterioridad los anuncios podían salir en cualquier momento, lugar y frecuencia. Los límites los ponían los propios fabricantes siguiendo una supuesta ética interna de la que presumían pero que, normalmente, dejaba bastante que desear para quienes usaban su productos. Afortunadamente ahora existían nuevas leyes y sólo se permitía aumentar la realidad de ciertas superficies que en condiciones normales ya eran soporte de publicidad, y por supuesto muchos muros lo eran.