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Aunque con un poco de retraso os aburriré con una batallita de finales de Septiembre, mi primera marcha ciclista de montaña...

Algunos días antes

Se acercaba el día de la Marcha BTT Montes de La Cañada y ya llevábamos un par de años pensando en participar. De todos modos iba a ser la primera marcha para Elías y para mí y pensábamos en correrla con tranquilidad. Tanto era así que teníamos conversaciones como esta:

"Que no, que no Jesús, que no me voy a picar. Hace tiempo que perdí la dignidad y el espíritu competitivo. No me importará quien me adelante, yo voy a ir a terminar la carrera."
"Elías no sé tú pero yo pienso ir a rebufo del coche escoba."

Y llegó el Domingo 28 de Septiembre

Finalmente quedamos Elías, Diego y yo para hacer la marcha. Había estado lloviendo bastante durante los días antes así que, aunque había mucha, tal vez no había tanta gente como era de esperar.


Con mi primer dorsal, el 416, me situé con Elías en la parte final del pelotón para no molestar y tomarnos las cosas con tranquilidad. Diego se fue más adelante y no lo volveríamos a ver hasta dos horas más tarde. Entonces nos dieron la salida neutralizada en la que se daba una vuelta por el pueblo y la gente empezó a adelantarnos como loca: grupos 2 o 3, de 7, solitarios, más y más gente, hasta un abuelo con una bici diminuta y chirriante que llevaba una bolsa de Mercadona colgando del manillar (presumiblemente con un bocadillo). Elías y yo nos mirábamos con cierto asombro pero sin ninguna vergueza y de vez en cuando yo miraba atrás por si venía el coche escoba pero ni rastro. Nos habrían adelantado unos 50 pero aún quedaba mucha gente por detrás.

Primera vuelta: el videojuego.

Entonces cruzamos la salida y comenzó la primera vuelta. Íbamos cogiendo ritmo pero todavía nos iban adelantando y la cosa siguió así hasta más o menos el tercer kilómetro. Fue entonces cuando le dije a Elías que teníamos que pasar al padre e hijo de unos 10 años que iban justo delante nuestro porque empezaban a estorbar. Dicho y hecho y lo siguiente que vimos era un grupo que nos sacaba un poco de distancia. Los cogimos y los pasamos, lo malo es que delante había otro grupos. Los cogimos y los pasamos, pero, volvíamos a ver más gente a nuestro alcance... La historia se repetía una y otra vez.

La marcha se había convertido en un maldito videojuego arcade en nivel fácil. Era como jugar al Outrun en vivo adelantando y adelantando. Fue así como llegamos a una bajada conocida que termina en un giro de 90º bastante estrecho. Le dejé un poco de distancia a Elías por delante y miraba hacia atras por si venía alguien inexperto que me pudiese tirar en la frenada. ¡Despejado! Tomo la curva y... ¡Elias en la cuneta! Bueno más bien en el cauce del Turia.

Ramas y arbustos impedían verlo claramente. Sangraba por la rodilla.

Elías ¿estás bien? - Pregunté preocupado.
Sí tranquilo, no es nada. -Entonces mi cara cambió convirtiéndose en una mezcla de enfado y cachondeo.
Pero tío... ¿Cómo te caes en esa curva? ¡La conocemos de sobra!

En fin, encima de caerse tuvo que aguantar mi bronca y el cachondeo posterior con los colegas.

Reanudamos la marcha y seguimos adelantando a más y más gente durante el resto de la vuelta, bastantes más de los que nos adelantaron durante la vuelta neutralizada.

El maldito gordo cabrón de azul.

Al pasar por meta y comenzar la segunda y última vuelta las cosas habían cambiado. Ya no se veían grupos y la cosa se había estirado bastante. No se veía a casi nadie por delante ni por detrás. Con unos 200 m de ventaja rodaba un biker corpulento con mallot azul. Pensé que lo alcanzaríamos poco a poco pero, un par de kilómetros más tarde, seguía ahí.

Fue entonces cuando, al pasar por la curva de la caída de Elías, se adueñó de mi un sentimiento casi desconocido: competitividad. Me giré hacia Elías y con mirada obstinada grité:

¡Vamos a por ese maldito gordo cabrón de azul!
Ja ja ja ja ¡Que picado que eres! - Contestó

Pero el gordo cabrón de los huevos tiraba bastante para nosotros, al contrario de lo que pensaba, se nos iba un poco en las numerosas pequeñas rampas que había. De todos modos hacía rato que me había dado cuenta de que yo iba bastante bien en los llanos, me percaté de que después de las subidas, casi todos se tomaban un respiro y que a mí no me hacia mucha falta. Decidí usar eso contra el maldito gordo, no podía hacer otra cosa en realidad.

Una pequeña rampa y se abrió ante nosotros una de los llanos más largos. Poco a poco nos acercábamos, ¡lo estábamos consiguiendo! De repente estaba a su altura y el maldito gordo de azul resulto ser... ¡Un señor de unos 60 años! ¡Joder!

Era momento para malas noticias: el hombre respondía al pique, yo había gastado casi todas mis fuerzas y se acababa el llano. Y así, una vez más en mi vida, tuve que ver como un anciano me superaba en una subida. Lo tenía otra vez delante y tenía que esforzarme para mantener su rueda.

Elías nos alcanzó al poco tiempo y se convirtió en un espectador de lujo durante el siguiente kilómetro que era de terreno mixto: yo le pasaba en los planos y el hombre me aleccionaba en las subidas. ¡Diosssss! ¡No se acababa nunca!

Pero el pique parecía pasarle más factura a él (que poca vergüenza tengo al afirmar esto: 32 años contra unos 60) Se acercaba la subida más larga y aunque en principio le tenía que favorecer presentía que ahí conseguiría adelantarlo definitivamente.

El último adelantamiento.

Comencé la suave ascensión a su rueda y a los pocos metros se confirmaron mis sospechas: yo podía ir más rápido. Tenía que adelantarlo pero el rodaba por el lado fácil y me tuve que salir por su derecha donde las piedras sueltas y las grietas me dificultaban mantener la velocidad. Justo cuando estaba terminando de sobrepasarlo alguno de los obstáculos me lanzó contra el. Faltó poco para tirarlo y me disculpé por ello. Fué el broche de oro a nuestro pique. Después de eso se quedó atrás y no lo volví a ver.

Y sobre esta batallita sólo me queda decir:

Amigo, si por casualidad lees esto, ni que decir tiene que lo de gordo cabrón no iba en serio y fue fruto de la adrenalina.

Tramposos y más tramposos

Elías tenía ahora mucho mejor cara que yo, me sobrepasó en la subida y a duras penas podía seguir su rueda. Pero se acabó, los 3 km que quedaban eran prácticamente llanos y no se veía a nadie delante. Elías no parecía tener ganas de subir el ritmo y yo decidí terminar quemando mis últimas fuerzas intentando alcanzar a alguien más así que lo pasé. Poco después divisé a un globero, iba muerto. No lo entendía, con esa velocidad ni de coña podría haber rodado 36km por delante mío. Lo adelanté fácil y vi a otro mas adelante que no marchaba más rápido que el primero ¿cómo podía ser? Quedaba poco para meta pero lo justo para pasarlo y así ocurrió.

La explicación es bien fácil: hay gente que da unos tres cuartos de vuelta y se espera a ser doblada para terminar completando sólo una. Al final te dan tu posición en la llegada y las cuentas no te cuadran. Finalizaron unos 260 y yo fui el 202 de ellos. Pienso que hubieron entre 20 y 30 tramposos por delante de mí.



Y eso es todo de momento, ahora estoy planeando participar en la marcha de Moral de Calatrava pero eso será otra historia.